viernes, 4 de enero de 2013

Concepto y desarrollo : El Osoka

El Osoka (presentado en la última entrada como Ososauroceronteca) es un mamífero de gran tamaño utilizado para transportar objetos pesados o tirar de carretas, coches averiados, caravanas, etc. Por eso los pueblos nómadas se sienten tan afortunados de haber dado con ellos.

Casi como los delfines en nuestra dimensión, son unos animales con una gran tendencia a la sociabilidad con otras especies, por lo que al ser humano no le resulta nada dificil convivir con él y usarlo para las tareas de labor mencionadas anteriormente, o, simplemente, tenerlo como mascota.

En la zona frontal de la cabeza dispone de una tosca cornamenta, que usa para golpear los árboles cuyos frutos desea obtener. Además de dichos frutos, los osokas pueden simplemente comer hierba, ya sea verde, amarilla, pura o lánguida al crecer en las grietas del viejo asfalto.

El Osoka macho se diferencia de la osoka hembra, entre otras, por el color de pelo, más rojizo y vivo en el caso masculino , más pálido y rubiasco en el caso femenino. Se ha oido hablar de casos de Osokas negros como la noche que habitan en los montes, cuyas cornamentes nada tienen que ver con las de los humildes osokas comunes, ya que, según se cuenta, no las usan para obtener frutos, si no para derribar intrusos y cazar presas.

Otra diferencia bastante obvia entre el Osoka macho y el Osoka hembra es el tamaño de sus orejas, mucho más grandes y con un oido más agudo en el caso de las hembras. Se cree que es una ventaja genética: Los osokas sólo traen una cría al mundo, dos como mucho y en casos aislados. La madre ha de estar atenta a la cría y al entorno, sobre todo cuando va a recolectar frutos (los osokas suelen anidar cerca de algún árbol fértil y abundante en frutos, o en alguna montaña cercana a un rio), de ahí viene la teoría de que sus orejas son más grandes que las del macho, porque ha de estar atenta a cualquier ruido inusual. 

Y por si fuera poco, aunque la diferencia de tamaños no sea demasiada, es bien sabido que la osoka hembra posee más fuerza bruta, además de una cornamenta más robusta que la del macho.

Entre los nómadas se dice que tener una osoka hembra es una bendición y una maldición, ya que estas son  más fuertes,se alimentan menos y rinden más que los machos, pero por otro lado, su carácter es más duro (aunque sigan siendo sociables) y en los pocos incidentes de humanos con osokas que se conocen, siempre es una hembra la que está involucrada.

En fin, después de este desarrollo sobre el mundo de los entrañables osokas, os dejo un ejemplo visual:




Y para cerrar, dejo un pequeño ejercicio de imaginación:

Dadle al play, dejad que comience la canción, tomaos vuestro tiempo...


Y ahora imaginad que vais con vuestro destrozado coche por una maltrecha carretera (y con maltrecha quiero decir hecha auténtica mierda y prácticamente cubierta por los años), con árboles a un lado, y al otro, entre puñados de arena, se alzan tristemente los esqueletos de lo que antaño fue una ciudad.Muy separados unos de otros, sólamente un poco de vegetación en la base, casi como una pequeña cortesía de la naturaleza para que los edificios no estuvieran completamente desnudos. Farolas y postes que trazan enigmáticas formas al contraluz. Transeúntes a cuatro patas. Transeúntes en manada.

El sol se abre paso entre los viejos ventanales intermitentemente mientras vosotros rezais por llegar a la gran ciudad antes de que se os acabe la gasolina; eso sí, disfrutando del camino. En una de las curvas se puede ver cómo una pequeña familia de tres osokas se alimentan del musgo y la malcreciente hierba al borde de la carretera y entre las rocas, junto al descarriado y oxidado cadáver de una furgoneta. Al pasar junto a ellos con el ruidoso coche, se asustan y huyen torpemente entre los árboles del lado frondoso de la carretera, chocando uno de ellos con una vieja señal de tráfico, que ya no es más que un árbol de chapa.

Ya acaricia el horizonte, es hora de sacar las linternas (el coche no tiene luces, de hecho, tiene el morro hecho añicos). Unos suaves aullidos resuenan desde dentro del bosque, casi somníferos: demasiadas horas en el coche, demasiada belleza en tan caóticas y oscurecientes vistas.

La temperatura no se marcha junto con el dia, si no que permanece, como una ligera y cálida sábana que tu brazo agradece al sacarlo por la ventanilla, ondeando, cual cometa de carne en la noche tranquila.

Un ruido extraño. Humo. La velocidad disminuye. Junto con el suspiro del motor, el suspiro del conductor.

Como una de esas buenas coincidencias, la carretera tocaba a su fin a poco más de dos kilómetros, en el cual se encontraba la entrada a la ciudad, justo por donde la vida permanecía de noche: en el centro.

Ah, el centro de la ciudad, el único lugar donde parece no haberse acabado el mundo.

Te lias un cigarro. Te echas la mochila al hombro. Das un trago a la cantimplora y te alegras de que esa noche no haga un calor infernal ni un frio glacial.

Estirar las piernas está bien. En la zona abandonada de la ciudad habrá más coches para arreglar y usar.

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